lunes, 18 de junio de 2012

Cuando creías que no se puede ser más imbécil

...siempre aparece alguien para demostrarte que estabas equivocado.

De vez en cuando te encuentras a algún kamikaze en la carretera. No me refiero a las personas que, pobres ellas, están ya hasta la polla de todo y de todos y deciden quitarse la vida conduciendo en dirección opuesta al tráfico. Ni tampoco me refiero a los comeculos que circulan a 150 KM/h, quienes sólo conocen el carril del medio como el cacho ese de autopista que se usa para adelantar por la derecha. No, me refiero a esos tipos que conducen realizando verdaderas maniobras de especialista. De los que te hacen sentir que te has metido en el rodaje de la cuarta entrega de la saga Bourne. 

Por ejemplo, el otro día conducía por la M-506 a la altura de Loranca, y vi a un pollo echarse al carril derecho para adelantar a unos 150 KM/h. Al no encontrar hueco entre los coches que circulaban a más o menos la mitad de velocidad que él, decidió aprovechar el carril de deceleración que se abría a su derecha para adelantar, saliendo y volviendo a incorporarse de nuevo adelantando a un coche en un tramo de menos de 15 metros. Cuando veas un pivote de esos verdes que delimitan los carriles de deceleración arrancado de cuajo, no te preguntes cómo ha podido suceder: fue el gilipollas del deportivo negro. 

Estas personas te hacen pensar dónde estará la Benemérita cuando se la necesita. Bueno, realmente no lo piensas, sabes perfectamente dónde están: en esa vía de servicio donde nunca pasa nada, radar en mano jugando a los médicos. Sí, a los médicos. Vamos, poniendo recetas a todo el que pase por allí. Pero eso, amigos, es otra historia. 

El caso es que, como iba diciendo, hay gente demasiado gilipollas. Demasiado gilipollas para entender que conduciendo así lo único que conseguirá será meternos en el puto libro Guinness de los records cuando el amasijo de hierros que solía conducir provoque el atasco más largo de la historia. O peor aún, que desparrame los sesos por el asfalto y le joda la vida a todas las personas que le quieren. De un extremo al otro, tenemos un fascinante espectro de putadas de lo más variado. Pero no, son demasiado gilipollas para darse cuenta. Pero al fin y al cabo, tanta gilipollez es algo que uno tiene asumido. Hasta hoy. 

Vas conduciendo, y tienes uno de estos fantásticos episodios. Otro más. Bueno, respiras hondo, te cagas en su puta madre, y sigues conduciendo. Al rato, el suceso vuelve a repetirse. ¡Dos gilipollas en menos de cinco minutos! Bueno, será que hoy es el Día Internacional del Retraso Mental en Carretera. Sigues conduciendo. No han pasado diez minutos y... ¡otro más! ¿Pero qué coño está pasando?

De repente, tienes una revelación. Caes en la cuenta. Ese dato que estaba ahí pero que no se te ocurrió meter en la ecuación. Miras el reloj del coche: las 20:35 minutos. Las 20:35 minutos del 18 de junio de 2012. En diez minutos España juega un partido de Eurocopa. 

Un partido. Un puto partido de fútbol. Uno ya acepta que la gente es capaz de anteponer el fútbol a muchísimas cosas. Que a la gente le suda la polla si Angela Merkel nos está metiendo la polla por el culo, si no queda un jodido político honrado en todo el país, si el sistema educativo se cae a pedazos, o si hemos perdido los pocos valores que nos quedaban. Nada de eso importa mientras haya partido de liga. Panem et circenses. Pero lo que jamás podría uno haber imaginado, ni en sus más oscuros sueños, es que la gente fuera tan gilipollas de jugarse su vida, y la de los demás, por llegar a tiempo a casa para ver un partido de fútbol. Un puto partido de fútbol

Solo espero que la selección gane el partido de esta noche. Así alguno de esos cientos de gilipollas en toda España que habrá hecho la misma proeza pero con menos suerte que el resto
podrá irse a la tumba satisfecho.