domingo, 9 de septiembre de 2012

¡Métase usted el traje por el puto culo!

Uno de los aspectos más curiosos del sector de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) —o para que nos entendamos: el gremio de los informáticos y el de los telecos que trabajan de informáticos— es el uso del traje y corbata como indumentaria de trabajo. A este respecto, existen  en el gremio dos grandes grupos de opinión: los que lo odian y consiguen evitarlo y los que lo odian y no les quedan más cojones. Realmente existe un tercero: los que lo aprecian tanto para obligar a los demás a llevarlo. Pero este último queda excluido del sector TIC ya que sus miembros apenas saben qué es un ordenador y para qué se utiliza. 

Hace poco leí alguna referencia sobre el tema en Twitter que me llamó la atención. Un ciudadano cualquiera de la Red comentaba cómo mandaría a tomar por el mismísimo culo a su interlocutor si en una entrevista de trabajo le dijeran que el traje es imprescindible. Conozco a no pocas personas —entre las que me incluyo— que tendrían una reacción similar —yo quizás no invitaría a nadie a sodomizarse, pero sí rechazaría el empleo sin dudarlo—, y creo que es interesante comentar los motivos —al menos los míos—. 

Existen al menos dos buenas razones para negarse a vestir de traje. La primera y más importante, es el motivo en sí por el que tu empleador te solicita dicha indumentaria. En general —en el 99.9% de los casos— se debe a que la empresa trata de proyectar una imagen de seriedad y profesionalidad a través de su plantilla —el 0.1% restante es sólo por joder—. Eso es algo poco o nada reprochable —lo del 99.9%, se entiende—. De hecho, yo diría incluso que es un requisito imprescindible para que cualquier empresa pueda funcionar. El problema es pensar que un traje puede convertir a cualquier persona en un profesional serio, responsable y dedicado.

Hace unos meses asistí a una boda de unos amigos. Una boda informal, de esas en las que se puede acudir en vaqueros. Allí me encontré con un coleguilla del círculo que no veía desde hacía algún tiempo. Todos los que le conocíamos sabíamos de él: cocainómano desde hace un tiempo, malvive conduciendo un taxi, con una vida personal lo suficientemente desordenada como para inspirar una película de Almodovar. No había cambiado, seguía siendo el mismo pieza de siempre. Sólo que esta vez no llevaba sus vaqueros negros y su sudadera de Iron Maiden. Esta vez vestía traje y corbata.

Y es que el hábito no hace al monje. Cualquier Accenture puede coger a un chaval recién salido de la carrera, de esos que se pasaban cada clase mirando el reloj, deseando estar en cualquier otro lugar. De esos a los que se les "atragantó" Metodología de la Programación de primer curso y tardaron seis convocatorias en aprobarla. Pueden cogerle, vestirle de traje y corbata —el chaval usará uno de su padre, con las mangas por las falanges—, pagarle 900€ al mes —más cheques restaurante—, y enviarlo a Renfe como desarrollador senior especialista en JavaEE. Y no, no es cuestión de edad. También pueden mandar al matao que lleva 15 años de experiencia rellenando hojas de cálculo y powerpoints, y venderlo como arquitecto de solución para que te cuente que los productos de su empresa implementan XML 2.0 —caso verídico—. Al fin y al cabo, nadie podrá cuestionar la seriedad y profesionalidad de ninguno de los dos. ¿Por qué —cojones— no? Porque ambos visten traje y corbata.

Seriedad y profesionalidad. Objetivos muy loables a través de un medio realmente estúpido. Cualquier persona puede ponerse un traje. Ya sea un premio Turing o un cocainómano.  Y ninguno de los dos será ni más serio ni más profesional ni más listo por hacerlo. La verdadera fórmula para que una empresa de servicios TIC sea seria y profesional es contar con la plantilla adecuada. Disponer de verdaderos expertos en todas y cada una de las disciplinas en que se basa su negocio. Cuando das con profesionales realmente serios, lo sabes desde el primero momento. Mayormente porque estos no suelen vestir con traje y corbata. En sus empresas conocen el valor de su gente, y por tanto no necesitan maquillar la realidad. No tratan de demostrar nada con una falsa imagen, sino con hechos. Y en cuanto abren la boca y empiezan a hacer su trabajo, te das cuenta de que no te equivocabas. 

Dicho todo esto, es más que normal que más de uno tenga tentación de mandar a tomar por el ojete a cualquier empleador que le sugiera lo del traje y la corbata. No sugieren una forma de vestir, sino una carrera profesional que consiste en aparentar ser algo que no eres. 

Este es el primer y principal motivo. Pero existe al menos otro, menos relevante y más difícil de comprender para quienes no ejerzan —o la ejerzan pero no la disfruten— la profesión: la creatividad. Desarrollar tecnología es una labor creativa e intelectualmente muy exigente. Somos muchos los que creemos que desarrollar software es una forma de arte. Y por tanto, necesitamos de un entorno que favorezca la creatividad para ser totalmente productivos. Necesitamos oficinas agradables, con una cuidada decoración que relaje los sentidos y estimule la creación, con entornos de trabajo que favorezcan el intercambio de ideas. Y desde luego, ir enfundado en un traje con una corbata alrededor del cuello no juega a nuestro favor. Dudo que nadie imagine a un escultor, un novelista o un compositor musical trabajando vestidos como un diputado. Y el caso de un tecnólogo no es distinto. Esto no lo entiende todo el mundo, y de nuevo toda empresa con sus oficinas en parques tecnológicos rodeados de asfalto y descampado, sin apenas iluminación natural, de paredes grises y monótonas, mobiliario de hace treinta años y sin una mísera planta lo ponen sobradamente de manifiesto. Les importa una puta mierda el entorno creativo, así que enfúndate en el traje y ya te estás poniendo a vender humo. 

En resumen, quien te pide vestirte como un ministro para picar código no te está ofreciendo una gran carrera como tecnólogo. Te está ofreciendo una empresa mediocre, que se gana la vida estafando —legalmente— a sus clientes —los cuales, por otro lado, se dejan estafar—. Hay personas que tenemos otros planes para nuestro futuro profesional. Personas que disfrutamos creando tecnología, y que sentimos verdadera pasión por lo que hacemos. Para cualquiera de nosotros, resulta impensable ganarse la vida bajo esas condiciones, así que... ¡qué coño! ¡Métase usted el traje por el puto culo!